Siempre me miraba desde el otro lado de la esquina.
Cuando me acercaba a él, mis latidos subían,
desde al nerviosismo.
Se quedaba en silencio.
Pero con ese silencio me interrogaba.
"Crúzala si puedes contestar" me decía.
"Explícame sobre la gran distancia entre lo querías y lo que estás haciendo a diario."
No podía, no podía contestarle.
No sabía por qué seguía con ese trabajo que no ámala.
Era incorrecto y necesitaba un cambio,
pero cómo?
Su silencio rojo yo temía
Miraba directamente a mis ojos
y me preguntaba cada noce en mi camino a la casa.
-
A veces le contestaba
Todo tiene que sobrevivir, todo
y yo no conosco el éxito
Otros veces solo agachaba mi cabeza y esperaba su perdón
hasta que se cambiaba al verde
y al menos me permitía dormir.
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